inés de hueso

El «radiante porvenir» del Realismo Socialista

«Cómo tratamos la memoria de otros es cómo nuestra memoria será tratada» – Dimitri Shostakóvich

 

Intentar abarcar el realismo socialista en un solo artículo es imposible. Como también lo es pretender de hablar de una exposición de realismo socialista sin entrar un poco en el contexto y el meollo de la cuestión. Hoy os vengo a hablar de la exposición anual de la Colección del Museo Ruso de San Petersburgo en la que estuve en las últimas vacaciones de Semana Santa.

Por definición, lo que entendemos por realismo socialista, o arte soviético, o realismo soviético no es más ni menos el arte que caracteriza a la Unión de Repúblicas Soviéticas. Esto se traduce, en principio, en transmitir los ideales del marxismo-leninismo, por medio de un arte que pudieran entender desde los obreros de las ciudades o los campesinos de las áreas más remotas y en el que se pudieran sentir identificados.

Esto es mucho más complejo de lo que a priori puede parecer, y a lo largo de la historia reciente ha sido motivo de publicación de muchísimos ensayos, ya que si bien este estilo es fácilmente reconocible a nuestros sentidos, no ha sido tan fácil de delimitar. De hecho, Marx y Engels no dejaron pautas sobre este campo en sus escritos, hasta tal punto que solamente conocemos referencias que hacían en cartas con sus colegas europeos.

En ese sentido, el realismo socialista trasciende los temas y las representaciones iconográficas para transformar de arriba a abajo lo que se entendía entonces por el arte, y servir como fuerza de choque para el concepto burgués del arte que llevaba dándose desde la etapa que conocemos como Renacimiento. Un artista dejaba de ser un observador y plasmador de la realidad, una lente, para participar activamente, en las actividades políticas y estatales y para educar a los individuos, respondiendo, como ya he dicho, a los anhelos de las personas que habían luchado por la Revolución. El realismo socialista permitió crear héroes obreros, pero también permitió que los obreros pudiesen observar obras de arte que nunca antes habían podido.

Es conocido el ejemplo de la pintura “Los sirgadores del Volga” de Repin, que había estado desde 1873 en la sala de billar del príncipe Vládimir Alexandróvich, y que se pudo empezar a apreciar, desde la nacionalización de los bienes de la familia real, en el Museo Estatal Ruso. O interesante la creación de las monumentales estaciones de Metro de San Petersburgo (Petrogrado y Leningrado, durante la URSS), que ofrecían la monumentalidad de los palacios reales a pie de calle.

 

 «La esencia y la orientación del arte soviético se determinaron a lo largo de toda su historia por los principios de la estética marxista que presupone la posición cívica del artista, su activa labor en aras del progreso social y cultural, su servicio a los ideales humanitarios y su fidelidad al realismo”.

Algunos de los rasgos formales del realismo socialista son los cuadros de gran tamaño, con personajes de proporciones 1:1 para intentar acercar un arte donde la gente se pudiese reflejar. Dentro de la forma de representar los cuerpos, es interesante ver cómo se adaptan a la temática y la tipología. Si bien hay obras de arte que siguen un canon clásico, intentando ser heroicas, otras desprenden el realismo que puede tener una foto de carnet o en el trabajo.


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Colección del Museo Ruso de San Petersburgo

Cabe decir que mi relación con la colección es muy temprana, como lo es ella en sí misma, que este año ha cumplido 3 de historia. Está ubicado en el edificio de la Tabacalera, construido en los años 20 y restaurado recientemente, a las afueras de Málaga, compartiendo espacio con el Museo del Automóvil. Un poco trajín para llegar, pero bastante bien conectado.

Este espacio es interesante no solamente por sus colecciones (funcionan con una exposición anual, por un lado, y otras temporales, por otro) sino por la cantidad de actividades culturales que salen de ahí, desde ponencias (que las podéis buscar, las suben enteras a Youtube) pasando por talleres y visitas guiadas temáticas. Además en el museo te ofrecen visitas guiadas gratuitas y audioguías. De hecho te permiten incluso visitar los cambios de exposición para que veas cómo se monta y desmonta. Puede que me dejara llevar por la emoción de la exposición, pero es un sitio muy cuidado y la cafetería, que el personal fuera bastante majo y que tuvieran pequeñas exposiciones incluso dentro de la entrada me pareció maravilloso, como es el caso de «Versión soviética» donde se versionan carteles de películas clásicas españolas con racionalismo soviético.

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«Radiante porvenir»

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Esta es la exposición por la que fui a visitar el Museo Ruso y, de hecho, la única de las dos que pude visitar entera. No sabría cómo describirla sin tener que usar muchos adjetivos y ponerme emocional, así que para resumir, diré que me pasé la hora y pico que duró la visita guiada con la boca abierta. No puedo explicar la sensación que produce ver algo que te gusta y que llevabas muchísimo tiempo esperando pero que no sabías cuándo iba a suceder, y de repente estar ahí. La sensación de ver cuadros originales por primera vez después de haber visto tantas cosas por internet no se puede describir, hay que vivirlo.

Incluso en la entrada al museo habían ambientado la exposición con esculturas. Uno de los casos, el conjunto que voy a introducir ahora, es bastante conocido si os suena haber visto algo de realismo socialista.

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Se trata del conjunto escultórico «La revolución de Octubre», de Alexandr Matvéev, una de las grandes figuras de la escultura soviética. El conjunto se ejecuta en 1927, en bronce, con motivo de la celebración del X aniversario de la Revolución de Octubre. En ella aparecen representados un obrero, un campesino y un soldado, que unidos forman las fuerzas revolucionarias. Este es un ejemplo de las formas heroicas, que se representan así como exaltación de la revolución, de la independencia y la autonomía de las fuerzas populares.

También hay ambientación relativa por toda la exposición e incluso en la entrada, como ya digo. Algunas cosas como banderas originales bordadas, radios, diferentes muebles y fragmentos de vídeos y de canciones creaban una atmósfera donde se situaban los cuadros, divididos en bloques temáticos: Lenin, Stalin, el trabajo, el deporte, La Gran Guerra Patria… Una de las cosas que llamó mi atención fueron las banderas originales, con las imágenes de Marx, Engels y frases relativas a los camaradas y en defensa del marxismo-leninismo.

 

En definitiva, una visita imprescindible tanto para aquellos que tengan interés por el arte ruso en general y el realismo socialista en particular.

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